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Barcelona 2007.-.El culto a la Pacha Mama (madre tierra) se ha extendido hasta las orillas del Mediterráneo de la mano de algunos de los tantos indígenas Otavalos, por no decir los miles, que un día dejaron su corazón en los pies del volcán Imbabura, en su natal Ecuador, para buscar sus sueños en la vieja Europa...El calendario marcaba el 21 de junio, el día final del Año Andino y el inicio de otro, nuevo y lleno de esperanzas. Había llegado la hora de agradecer por las cosechas del fréjol y el maíz, la milenaria fiesta del Tahuantinsuyo. El culto del Inti Raymi ahora tenía lugar muy lejos, en un escenario muy distinto al utilizado por los Incas: La Mar-Bella, la playa nudista de la cosmopolita Barcelona...Al ritmo con que el reloj acercaba la medianoche, el goteo de otavaleños era incesante en La Mar-Bella. Los hombres, vestidos con su traje típico, blanco y de algodón, exornado por un poncho de un color indefinible que va entre el azul y el negro, la cabeza cubierta por un sombrero, del que sobresale una trenza, impronta inconfundible de su raza. Las mujeres con su blusa blanca y falda negra, con collares de mullos dorados en el cuello y los pendientes de oro. Pero también llegaban los jóvenes, los otavaleños nacidos en España, aunque ellos vistiendo a la moda. Eso sí, con su cabello largo peinado en trenza, porque quien se lo corta, no puede volver más a la tierra de sus antepasados..
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